[Desde el cafetal] “Muy ilusionados por innovar y así mantener la tradición del buen café de Costa Rica”, Kira Schroeder. Seguramente en esta terraza y luego de una jornada de trabajo en el cafetal, el olor a “agua dulce” se mezclaba con el del café chorreado. Cada quien tomaba de su preferencia. En la parte de atrás se enfriaban las pailas del trapiche y hacia el fondo del bosque susurraba el viento y la quebrada. No sé. Es mi imaginación que trata de reconstruir las vivencias que nos cuenta Kira Schroeder. Estamos en la casa que sus padres: José Schroeder y Ana Lucrecia Leiva, tienen desde hace 40 años; una finca de café que se deja ver solo si nos atrevemos a adentrarnos por una de las calles que cruzan San Marcos de Tarrazú; el camino antiguo a San Pablo de León Cortés. Esta casa conserva ese carácter de nuestros productores. Un pequeño trapiche descansa del trabajo, bolsas de café en verde, esperando ser procesadas también reposan como de una larga siesta se tratara. Pero detrás de la tranquilidad y reposo que exhala el jardín de Ana Lucrecia, la mamá de Kira, aquí burbujea el emprendimiento cafetero. Sus padres, en especial su mamá, trabajaron esta finca de café, pero siempre entregando el producto a otros beneficiadores. Ahora Kira y sus hermanos quieren darle un nuevo giro; desean trabajar su café de especialidad. La calidad y la especialidad de un café, comienzan en el campo. Por eso, decidir trabajar café de especialidad significaba imprimir aún más esfuerzo, inversión y constancia. Además de estar abiertos a la innovación. “Hace 5 años que decidimos procesar nuestro café y hace 3 que tuvimos nuestra primera cosecha”. En la parte más llana del jardín, Kira instaló camas africanas para secar esas primeras cosechas. “Nos decidimos por un proceso natural, primero porque desde mis papás, sobre todo mi mamá, hasta todos nosotros, creemos en el respeto al medio ambiente”. También el proceso natural es el que menos equipo necesita. Esto porque “natural” se refiere a dejar toda la fruta con el grano y secarlo, pero ello implica un reto de precisión; un mal paso en el proceso y el café fácilmente tomaría sabores a fermento. Los híbridos Milenio y Centroamericano, y la sombra de los poró son parte de la renovación. Subimos por las lomas de la finca y Kira nos explica que se han sumergido en un proceso de renovación del cafetal. Hacia nuestra izquierda, cientos de nuevas plantas de café comienzan a llenar poco a poco de verde oscuro las laderas. Son híbridos, cafés desarrollados aquí en Costa Rica, cruzando 1 variedad comercial y 1 variedad originaria de África. La idea es tomar las virtudes de cada una para aumentar la resistencia a las enfermedades y a los cambios del clima, también se espera de ellos una taza de mayor calidad. (Ver más sobre las variedades híbridas aquí). Muy contenta, Kira nos muestra el resultado que ingenieros del CATIE me contaron hace un tiempo: su precocidad y productividad. A pesar de su juventud, los cafetos híbridos de las variedades Milenio y Centroamericano ya están cargados de café, que estarán madurando y darán cosecha a finales de este año, si todo sale bien. En medio de los cafetos, la familia también está renovando la sombra que se le dará a los cafetales. “La sombra es importante para ellos, porque los árboles ayudan a regular los cambios de temperatura entre el día y la noche”, explica. En Tarrazú, como en otras regiones cafetaleras, los días pueden ser muy calurosos y las noches muy frías en ciertas épocas del año. Para renovar la sombra decidieron utilizar el árbol de poró, “sus características permiten que fije nitrógeno al suelo, uno de los elementos más importantes en la nutrición del café”, señala Kira cuando estamos al lado de un poró que ha germinado por la técnica del acodo. Hacia el fondo de la loma de estos cafetales llenos de juventud se ven algunas casas. Y es que San Marcos de Tarrazú y sus poblaciones está muy cerca de esta finca. Por eso, a la marca de su nuevo café la nombraron: Downtown Tarrazú. En el camino encontramos a don Piti y don Fernando (el mandador de la finca) . De su mano y machete recibimos una merienda para la caminata: guineos rosados. ¡Dulce avituallamiento! “Piti” y la perrita Frida. Los árboles de güitite y sus frutos anaranjados, las aves que los disfrutan, el murmullo de las nacientes de agua y los recuerdos de infancia de Kira habitan entre este cafetal. “Cuando estábamos pequeños, mi mamá nos cambiaba los pañales en el camión, mientras esperábamos para entregar el café al beneficio”, recuerda Kira. De regreso en la casa, vamos a probar el café producido por esta familia. “Este es un proyecto de todos, estamos muy ilusionados por innovar, pero también porque así podemos mantener la tradición del buen café de Costa Rica”, apunta Kira mientras prepara su café en una Vandola (un método de infusión costarricense). Solo al molerlo, el café exhala la fragancia de un café secado con toda su fruta. En taza este café que se cultiva a 1450 m de altura, tiene buen cuerpo y notas de chocolate, además de esos aromas a frutos rojos. Lo disfrutamos sorbito a sorbito, mientras hablamos de café y sus infinitas aristas. Fotos: Kira Schroeder. Fotos: Kira Schroeder “Queremos hacerlo de la mejor manera posible, por eso le he pedido ayuda a productores de microbeneficios de la zona que destacan por su experiencia en beneficiar cafés naturales como la familia Ureña Haug, ellos me han asesorado con mucha paciencia”. Esto es algo que caracteriza a los productores de la zona de los Santos, ellos comparten su experiencia con otros pequeños productores que están emprendiendo. Café siempre es emprender, siempre conecta a las personas. Cuando salimos de la finca es como si nos despidiera la misma naturaleza, nos despide Kira y también Frida, la perrita que nos “custodió” en todo el recorrido feliz, zambulléndose en la libertad y reposo que transmite este lugar. Si desea probar este, lo puede adquirir en mi tienda HAGA CLICK AQUÍ * *Temporalmente solo pedidos para Costa Rica. Comparte esto:TwitterCorreo electrónicoLinkedInMe gusta esto:Me gusta Cargando... Relacionado