[Desde el cafetal] Café Zalmari en ojos de mujeres Finca Zalmari. Región: Orosi. Micro región: Cachí. Altitud: 1000- 1200 msnm. Variedades: Caturra, Bourbón, Obatá. Microbeneficio: 500 fanegas por cosecha. Lavados y mieles. Había pasado varias veces por ahí. Para comer, pasear, descansar. El camino entrando por Paraíso y bajando a la “ollita” de Orosi y su pequeña iglesia de tiempos coloniales, cruzar por el río Palomo y llegar a Cachí, respirar profundo mientras se desliza el bote por la laguna de la represa hidroeléctrica, o iniciar por Cachí y hacer el recorrido a la inversa. Había escrito sobre esta “herradura” turística, incluso. Pero hoy la visito con los lentes de café y con detenimiento a través de los ojos de mujeres. Desde uno de las cimas del cafetal se ve casi todo: la laguna, los bosques, las viviendas, el café. Aunque no lo demuestren en un principio, porque son discretas, estas poblaciones están ligadas desde hace mucho tiempo al cultivo. De las palabras de Cecilia Genis (Ceci), se comprueba fácilmente; ella es la cuarta generación de caficultores en la finca Zalmari, en Cachí, Cartago. De hecho, el nombre de la finca se compone de su familia involucrada en el café: Zaira, Alex y Marigold Murray (su mamá). Cuatro generaciones de café. El calor nos abraza. A veces las ramas de los árboles que dan sombra y evitan erosiones en las empinadas laderas de Zalmari, nos quieren saludar. “Hoy tuvo suerte, porque ayer llovió mucho, por aquel lado hubo bombas de agua”, me señala Cinthya Solano, la mano derecha de Cecilia. Con ellas es que conozco la finca, su historia y sus retos. ¿Una bomba de agua? No, no es una máquina, sino una saturación muy rápida y fuerte de los suelos debido a la lluvia; provoca deslizamientos en las laderas, llevándose la tierra y también los cafetos. La finca Zalmari y abajo el pueblo de Cachí. Cerco de retos El clima y la tierra de la región son parte de sus retos. Debido a su altura y a sus lluvias, tienen varias floreas al año; por eso vemos frutos maduros, con frutos verdes y pintones en una misma bandola. ¡Todo un reto al momento de trabajar la calidad de la recolección! Pero las mujeres de la familia Zalmari han sabido dar la lucha. Cecilia es una mujer activa, de personalidad brillante y alegre. En su mente borbotean todos los pendientes de la finca y siempre hay nuevas ideas. Su mamá: Marigold es mujer pionera en el café, pero Ceci se había decantado por la educación, hasta que la maternidad y la búsqueda de horarios flexibles la llevó a la caficultura. Lo que encontró Ceci fue un mundo apasionante pero lleno de muchos esfuerzos; con luchas adicionales al ser mujer en un cultivo manejado por caballeros. “Aún así hemos encontrado que otros finqueros nos han apoyado mucho”, me cuenta Cecilia. “En el manejo de la gerencia, a veces sí es más difícil darse el lugar, aparte de que yo quería implementar cambios, y el cambio cuesta”. El cambio para continuar Cuando Cecilia me habla de cambios se refiere a un enfoque más medioambiental de la finca. En su camino, ella supo que las buenas prácticas son necesarias para el bienestar de sus cafetales. Por eso, vemos arboles y plantas que acompañan al café en las laderas, por eso están cambiando poco a poco los eucaliptos, “son especies no autóctonas que estamos reponiendo por árboles nativos con mayores beneficios para el café” y para la foresta de la región Orosi. Biodiversidad, generación hidroeléctrica, gente y café, en el valle de Orosi Por eso, también la finca Zalmari ha comenzado a participar en el proyecto NAMA Café, una iniciativa que busca fomentar las buenas prácticas en el cultivo del café, para mitigar y enfrentar el cambio climático; comenzando con el conteo de carbono emitido durante todo el proceso. (Luego hablaremos más a fondo sobre NAMA). Y la innovación suma y sigue. Al subir una de las laderas, Cecilia nos señala cafetales en renovación. “Estamos utilizando la variedad Obatá, que se une a las variedades Caturra y Bourbón que ya tenemos en la finca”. Los cafetos crecen en filas, con vista al lago, a los bosques, o con vista al pueblo de Cachí, de donde proviene la mayoría de los trabajadores de Zalmari. Con ellos se implementan proyectos sociales, apoyando el ingreso a la escuela de sus hijos y su cuidado (con el proyecto Farmers Project de Café con Amor, por ejemplo), protegiendo la salud de los obreros en el campo enseñándoles mejores prácticas; como el manejo adecuado de los agroquímicos. La finca tiene entre sus certificaciones el sello Women Care de la Alianza de las Mujeres en el Café, a la cual pertenecen. Abajo, un tractor está creando terrazas. “Es una metodología que hemos visto funcionar en otras fincas”, explica Cecilia. “Se trata de tomar un terreno con pendiente e ir creando una especie de terrazas, para así aprovechar mejor el espacio y dejar campo para que los trabajadores caminen entre los cafetos”. Cecilia y Cinthya hacen una pausa en nuestro recorrido para supervisar el avance de las terrazas. Es una idea innovadora y cada detalle es importante. Cachí de especialidad Bajando hacia donde iniciamos; la casa en donde Cecilia nos contó cómo el café y su familia se entrelazaron, entramos a otra de sus apuestas por el futuro: el microbeneficio. Zalmari es una finca que produce unas 3 mil fanegas por año, pero la mayor parte de ello se entrega. El microbeneficio es una de las herramientas para trabajar café de especialidad. “Aquí procesamos hasta unas 500 fanegas”, precisa Cecilia. “Exportamos a países europeos, a Taiwán, a microtostadores de Estados Unidos”. Las mujeres y el café han estado unidos a pesar de todas las dificultades. Ceci y su mamá Marigold, son pioneras parte de la Alianza de Mujeres en el Café, donde se brinda apoyo a productoras. Las instalaciones del beneficio húmedo y del seco están a la espera de la próxima cosecha, que llegará pronto. Hay camas y patio de secado. En ellos se trabajan procesos mieles y lavados. El café de Zalmari tiene notas achocolatadas y dulces, notas florales, buen cuerpo y una acidez sutil. Aunque todo esto lo vemos y lo tocamos, levantarlo y mantenerlo en pie no ha sido nada fácil. “Otro de los retos es colocar el café y que logren apreciar todo el trabajo que le hemos puesto”, asegura Cecilia. “Vender bien y conseguir continuidad”. Subimos por una especie de callejón, sus paredes pertenecían a otro tipo de instalaciones de la finca en la época de los abuelos de Ceci, quienes también enfrentaron tiempos buenos y malos del café, el clima lluvioso y las nuevas tendencias. Tocamos su superficie rugosa, en la parte superior que sostienen, Ceci ya imagina una sala de cata de café. Sus ojos brillan, el amor por el café fue una semilla heredada que ha crecido y sigue creciendo como las bandolas de los cafetos en la finca. Comparte esto:TwitterCorreo electrónicoLinkedInMe gusta esto:Me gusta Cargando... Relacionado