[Desde el cafetal] Una de las llaves del futuro del café la conocimos en el Beneficio Ecológico El Espino

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“A la izquierda puede ver el mar”, me dicen. Agudizo la vista y es cierto; la línea azul del Océano Pacífico está ahí en el fondo. Respiro aire fresco que parece circular suave en todas direcciones, desde la tierra cubierta de trozos de hojas, hierba, húmeda y entre los árboles, desde el más alto hasta los pequeños arbustos. ¿Dónde estoy?

En otros lugares, es posible que si les digo que estoy en un cafetal, no me creerían. Si pensamos que el café es un monocultivo, entonces nos imaginamos campos o laderas sembradas únicamente con cafetos, a merced del sol, de la lluvia y probablemente de la erosión.

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Pero este no es el caso; este es un hermoso bosque en donde el café convive con lo demás, se protege y protege. Esta finca respira, por algo se ha trabajado en ella para que tenga una emisión de gases efecto invernadero al mínimo. 

Estoy en Atenas, cantón de Alajuela, Costa Rica, en la finca y beneficio ecológico El Espino. La vista al mar es el final de la excursión que tuve el privilegio de seguir, los invitados son del sector café y vienen de varios países: Perú, Colombia, España, Guatemala, entre otros. Participan en Sintercafé 2017 (Semana Internacional del Café), que se celebra cada año en nuestro país.

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La idea fue conocer cómo es una finca y beneficio que decidió cultivar su café de forma distinta: buscando cuál era su huella de carbono y cómo reducirla. Luego de arduo trabajo, El Espino tiene una huella de carbono de 1.74 (esta medida consiste en dividir kg de CO2 entre kilos de café verde producido).

Como muchas pequeñas fincas en Costa Rica, El Espino tiene pocos años de existir como microbeneficio, la familia Rodríguez lo creó con el sueño de producir café de alta calidad pero en armonía con el ambiente. Por eso, también se unieron al programa de NAMA Café; son uno de los 50 beneficios del país en ponerlo en marcha. (Ver qué es NAMA café).

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Antes de llegar a la cima del cerro y darme cuenta de dos cosas: que se podía ver el mar desde allí y que no consigo tener una buena condición física; la gira había comenzado en la mañana, más abajo, en donde están las casas familiares y el área de secado.

Leopoldo, uno de los hijos de la familia, nos hizo ver que estábamos parados en buena parte de la historia del café de Costa Rica. El beneficio solo tiene 4 años, pero su familia cultiva café desde hace 55 años y desde sus padres hasta sus hijos, todos están involucrados en el proyecto.

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Este es Barrio Jesús de Atenas y el punto más alto de la finca está a 1100 msnm. Nos cita estos datos mientras nos turnamos para ver las camas elevadas en donde ya se están secando algunas fanegas tempraneras de café: unas camas con granos hasta la mitad de miel, color rojo y olor a tamarindo. Y otras contenían granos con menos miel, tornándose doradas de fragancias dulces y cítricas.

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Afuera del secado nos esperan los boyeros. Si no saben qué son, se trata de un oficio histórico en Costa Rica, venido a menos pero que muchos tratan de rescatar, porque una vez fue vital para nuestro desarrollo: los boyeros son expertos en guiar bueyes para estos jalen carretas de madera, el propósito es llevar cargas de un lugar a otro. Esta sería una explicación sencilla.

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Nuevamente, Leopoldo nos trae a la historia. Cuenta que la calle por la que llegamos a su beneficio antes fue un camino esencial; era parte del camino hacia el puerto de Puntarenas. Costa Rica cultiva café hace 200 años y los sacos de café para exportación debían se llevaban en las carretas tiradas por los bueyes y sus boyeros desde el Valle Central. Era un camino de 5 días. “Por eso, cerca de aquí habían lugares llamados sesteos, espacios de descanso y comida para los boyeros. Decidimos entonces ponerle El Sesteo a nuestro café tostado, para recordar nuestra historia”, dice Leopoldo.

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Acabamos de subir en esas carretas, pintadas de muchos colores, con la reconocida “voluta” (figuras en las carretas ticas), 3 carretas, 3 pares de grandes bueyes y 3 boyeros experimentados nos llevaron por el camino (no asfaltado), internándonos en la finca hasta llegar más arriba, al microbeneficio como tal.

En el recorrido uno de los bueyes quedó atascado en el barro. Ante nuestra mirada de preocupación, los boyeros lograron levantarlo y ponerlo en marcha de nuevo. ¿Cuántas dificultades habrán pasado los predecesores de estos boyeros para llevar nuestro grano de oro? (Conozca más de la historia del café de Costa Rica, aquí).

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Vimos cómo funciona el beneficio: la fruta madura se mide por fanegas y luego se deposita para ser lavada y luego pasar por el chancador (la máquina que desprende la fruta del grano). Con un uso reducido de agua (50 litros de agua por fanega), por un lado las cáscaras del café se amontonan (éstas serán aprovechadas como abono y otros usos) y por otro, sale el grano de café aún envuelto en el mucílago o miel, parecen perlas de un amarillo pálido.

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Un beneficio ecológico, según nos enseñan, procura producir y procesar el café con buenas prácticas agrícolas y procurando utilizar el mínimo de recursos como el agua y la electricidad, derivando en una menor contaminación y emisión de gases.

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Allí aparecen el resto de los nombres detrás de El Espino: José Anibal y Marielos son los padres, luego están sus hijos, hijas y familia: Leopoldo, Eufracia, Ilse, Lizeth y Juan Carlos Bogantes (el que me dio el dato del mar desde el cerro).

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Café recién salido de la fruta.

Aparecen también las abejas. En cada finca y beneficio conscientes de su medioambiente y del futuro, están las abejas. ¡Ellas son clave para el futuro! “Nosotros también somos apicultores, las abejas son muy importantes para el café; su polinización deriva en un 25% de grano más denso y esto es más productividad”, explica Leopoldo.

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Las 10 hectáreas están sembradas con catuaí, caturra, pero también pacamaras y en las zonas más altas están comenzando a trabajar con cafetos más nuevos como los geishas y los Costa Rica 95.

En medio de las bandolas con los frutos tornándose naranja, tomamos un almuerzo. Los árboles de mango, poró y otros nos alivian del calor del día. Allí los visitantes conversan sobre los grandes retos de la caficultura: el clima, la roya, los precios. ¿Cómo alcanzar la sostenibilidad? Es un reto para todos los países productores, para Costa Rica y sobre todo para los pequeños caficultores.

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Luego del almuerzo, subimos al cerro, en donde este bosque se cierra más y el verde oscuro nos rodea.  Allí es donde están los tejidos nuevos de El Espino. El sueño de esta familia es que más y más personas de Costa Rica y del mundo consuman su café producido con bajas emisiones.

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Tazas de este café precisamente nos esperaban al bajar del cerro (la bajada fue instructiva; conociendo las especies de árboles que construyen el dosel de este bosque cafetero). El café, con notas cítricas y de miel y un post gusto seco muy interesante.

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Me queda en la memoria su sabor, pero también la imagen de don José Aníbal, supervisando el chancador, de doña Mariela y su hija Eufracia sentadas cerca del recibidor de café maduro y  don Leopoldo contándonos cómo aquellas carretas y sus boyeros descansaban muy cerca, tal vez bajo la sombra de un árbol de mangos, como los que nos regalaron frescura ese día.

Sabemos que el café enfrenta siempre grandes retos y muchas dudas sobre su sostenibilidad. ¿Cuáles serán las respuestas para su futuro? ¿Podrían estar en el comercio más directo que beneficie a los pequeños productores? ¿En la consciencia y trabajo enfocado de los productores por un café de calidad? ¿Que el café de calidad también implica una producción más comprometida con el medio ambiente? Les invito a opinar al respecto.