Cerro Alto: El Villasarchí que se llevó el tercer lugar de Taza de la Excelencia, Costa Rica El café que crece y se procesa aquí es el tercer lugar de Taza de la Excelencia de este 2018. Me lo repetí justo a la orilla del camino; en donde terminaba el asfalto y el lastre anunciaba la entrada a una finca. Desde abajo se podía ver el microbeneficio y su nombre pintado en uno de sus costados: Cerro Alto. Decidí visitar este microbeneficio un día entre semana; en estos meses de época “lluviosa”, donde no sabemos si el sol o la lluvia dictará el día. Pues ese día, se decidió que llovería. Y con ráfagas de viento y lluvia casi horizontal; que no se decidía a romper en aguacero por ratos. Así que, en esta historia que les traigo, no verán muchas imágenes de cafetos; ya que el tiempo nos hizo corretear entre el microbeneficio y los patios de secado tapando la cámara y nuestra cabeza del viento y el frío. Aún así, visitar una finca de café, siempre vale la pena. Luego del recorrido; la mejor opción era refugiarnos en el espacio para visitas que la familia Vindas Camacho construyó con ese propósito. Justo en el borde la loma, un rinconcito acogedor, adornado con canastos en el techo y con vistas al Valle Central: la región a la que pertenece su café. Allí el mismo Fernando Vindas, caficultor de varias generaciones, nos preparó una taza de café. “La prensa francesa es mi forma preferida”, confiesa. Y en medio de la mañana gris, se crea ese privilegio de compartir una taza de un gran café con el mismo productor. El microbeneficio Cerro Alto está en Concepción de San Rafael de Heredia. Estamos a unos 1500 m de altitud. Los cafetales más productivos están en su mayoría detrás de las bodegas y loma abajo se encuentran nuevas apuestas: “Eso de allá es variedad híbrida Milenio, también tenemos Geisha, SL28 y Obatá, pero el que nos dio el premio en Taza fue nuestro Villasarchí”, explica Fernando. Villasarchí es una variedad costarricense y muy conocida por muchos caficultores. Para mí, una de las mejores en sabor. La familia Vindas ha tenido la caficultura en la sangre desde el tiempo de sus bisabuelos; pero no habían procesado su café hasta el 2006, que comenzaron con su microbeneficio siguiendo la tendencia del mercado. “No sabía nada de café, mi papá fue quien me ayudó”, cuenta este médico veterinario de profesión. Antes del café, don Fernando trabajaba como veterinario en fincas lecheras. En el 2010 su padre falleció. Así que él y su hermana Silvia, fueron los encargados de sacar adelante a Cerro Alto. A través de Exclusive Coffee su café viaja hasta Japón, Australia, Alemania y Estados Unidos. Pero desde que comenzaron, sabían que la calidad implicaba el reto de superarse a sí mismos cada vez. Por eso, estuvieron presentes en las competencias de Taza de la Excelencia desde el 2007. En varias ocasiones lograron entrar a los finalistas, pero en otras no. “Este año procesamos un lote de Villasarchí, lo secamos en beneficiado natural entre unos 30 a 40 días en camas africanas. Eso fue arduo, incluso le quitábamos las frutas que no estaban secando bien; queríamos lo mejor”. Y ese fue el lote que obtuvo un tercer lugar con una calificación relevante: 90.59 puntos; un premio presidencial. (El primer lugar de Taza tuvo una calificación de 91.29 y el segundo de 91.15 puntos, ambos Geisha). Para don Fernando, participar en Taza y obtener esos resultados va más allá de una recompensa económica. “Con esto damos a conocer más nuestra calidad, nos ayuda a promocionarnos y afirmarnos con los clientes que ya nos conocen y con los nuevos”. Cuando recorrimos el patio de secado y las instalaciones del beneficio seco escuchamos los muchos planes que tiene este microbeneficio; todo en aras avanzar más. Se oye fácil. Pero todo caficultor o quien se ha sentado a escucharlos sabe que no tiene nada de sencillo. La calidad es una apuesta de tiempo, de dinero y de afrontar las dificultades. “Tenemos que entrenar bien a los recolectores para que recojan solo la fruta madura y no siempre podemos contratar todo el número necesario para hacer varias rondas en un mismo cafetal”. Al no coger la fruta pintona lo ideal sería esperar una semana y volver a repasar el cafetal para recolectarla en su mejor momento; pero eso necesita más inversión en personal. “La roya y la broca son plagas insistentes y tenemos que aplicar más atomizaciones que no son baratas”, añade Vindas. “Pero, como decía mi papá, es más caro perder el cafetal que perder una cosecha. La planta es la que nos dará de comer”. Cuando pasamos a la bodega en donde se almacenan los cafés de calidades “inferiores”, le pregunté a don Fernando si no extrañaba ser veterinario. “Mi profesión la amo y respeto, pero viera que como productor de café estoy realizado, estoy contento; eso tiene el café”, confiesa con una sonrisa que lo confirma. Degustando la taza de café que con buena mano nos había preparado sentimos notas a caramelo y una acidez que evolucionaba con el tiempo. No era, por supuesto, el lote ganador, pero sí que daba todas las señales de ser un buen café. “¿Le habría gustado ser otra cosa?”, le pregunto, siguiendo el tema de la veterinaria y de las vacas lecheras. “Pues viera que ahora descubro que me gusta mucho la agronomía y la fitotecnia”, revela. En la saliente de ese Cerro Alto, discurrimos sobre el reto del mercado del café, sus precios, la cultura de café en Costa Rica (que aún estamos en proceso de aprender de nuestro propio producto), y así la lluvia fue bajando desde las montañas de café hasta la ciudad. Comparte esto:TwitterCorreo electrónicoLinkedInMe gusta esto:Me gusta Cargando... Relacionado