“Los productores tenemos que conocer a qué sabe nuestro propio café”, Ronald Quirós, Café La Joya Ronald, Bayron, Julián… e incluso Marta. Aunque doña Marta no caminó con nosotros esa mañana, estaba presente en todas las conversaciones que tuve con esta familia caficultora. Doña Marta Naranjo estaba ese sábado vendiendo el café tostado en la feria (el mercado de los sábados). El café que junto con su esposo Ronald y sus dos hijos produce al lado de su casa en San Pablo de León Cortés. Su café se llama La Joya. ¿Por qué le pusieron La Joya a su café?, les pregunto. “Porque para nosotros el café siempre ha sido una joyita, algo que hay que cuidar mucho. Lo hemos pensado así desde siempre: cuando entregábamos el café y ahora todavía más. El café es nuestro sustento, es más que un valor económico; es nuestra vida”, me explica Bayron. Bayron está preparando un chemex con un café de sus lotes en proceso miel, luego otro lavado, luego otro natural. Él y su hermano Julián son jóvenes de la quinta generación de caficultores. Su papá don Ronald está en la mesa con nosotros, ¡qué privilegio! El café fluye y también la conversación. En la entrega anterior de este blog hablamos de las desigualdades en la industria del café. Yo siempre digo que para entender de verdad el origen del café hay que visitar al menos una vez, una finca de pequeños productores, así los números, las notas de sabor se convierten en historias de familias. La producción de anual de La Joya ronda las 300 fanegas y sus cafetales están entre los 1650 m y los 1800 m de altitud. Ellos no tienen microbeneficio pero desde hace 5 años decidieron dejar de entregar su café a grandes beneficios y tomar el control del proceso de beneficiado, obteniendo el servicio de “chancado” o despulpado de la fruta en un microbeneficio amigo. “Si todo va caminando bien, tenemos proyectado tener nuestro equipo pronto”. De la etapa de de secado se encargan ellos mismos. Eso les ha permitido poder trabajar microlotes según su proceso: lavado, miel, naturales, como los que probamos en la sala de su casa: notas a pasas, frutales y acidez cítrica, como la naranja… así me resultó el sabor de su café natural. Según las palabras de don Ronald, el objetivo primario de procesar su café ellos mismos es buscar un mejor precio. El reto del productor: que le sea reconocido el costo de producir y cosechar el café. En definitiva, el precio internacional del café no refleja esos costos. Han vendido su café al exterior, pero también han visto una oportunidad de mercado vendiendo su café tostado al consumidor nacional. Parte de sus cafetales están justo al frente de su casa y por ahí seguimos la conversación. ¿Recuerdan que les dije que solo el 10% de las ganancias de la industria del café quedan en manos de países productores? Y según me cuenta la familia Quirós (como muchas otras me lo han dicho), la lucha por conseguir ese precio justo continua. Venderlo al exterior es la mejor opción para los pequeños productores, pero también allí se han dado cuenta que necesitan más capacitación. Los precios mundiales del café han disminuido en 2/3 desde principios de los años 80. “Los ingresos reales de los caficultores e redujeron a la mitad en ese mismo periodo”. Barómetro del Café 2018. Esta es una de las enseñanzas que me llevo de Café La Joya: para subsistir en la industria (parece una paradoja, porque sin ellos, no tendríamos café), una de las claves es la capacitación. Pero no solo en caficultura, que ha sido su medio de vida siempre, sino en otras técnicas; cómo catar, cómo usar el protocolo con el que los catadores califican sus cafés, preparar correctamente un café, ¡saber a qué sabe su café! “Muchas veces nosotros nos conformamos con lo que nos dicen catadores externos o los posibles clientes, pero es importante que los productores sí sepamos a qué sabe nuestro propio café”, expresa don Ronald. Él mismo está entrenando su paladar y sus hijos están preparándose en cata de café y barismo. Les ha servido para conocer su café, para comercializarlo y para negociar con los compradores. Para también enseñar al paladar de los nacionales, que seguimos en ese proceso de aprender a tomar buen café. Y saber definir las características de su café también les permite mejorar la calidad del procesamiento. Llegamos a la parte más alta del cafetal. Las bandolas de sus Catuaí rojo están cargadas. En esta época del año (noviembre), solo están esperando a madurar. Desde allí se ven las montañas de San Pablo y más allá, el pueblo. Según apunta el Barómetro del Café 2018, para muchas personas jóvenes, el café equivale a un cultivo pobre sin futuro. En estos pueblos cafetaleros se confirma; muchos de los padres de familia han probado suerte fuera del país, y buena parte de los hijos de los caficultores procurar formarse en otra cosa para trabajar fuera del café. Pero no todo está perdido; escuchar la ilusión de los hijos de don Ronald y doña Marta, por la empresa de café de su familia, es esperanza para el futuro. Combinando sus ideas de innovación, la experiencia de su papá y la tenacidad de su mamá, han logrado colocar Café La Joya en varios puntos a nivel nacional y no tienen intención de detenerse. “¿Tal vez algún día tostar nosotros mismos el café?”, se preguntan el uno al otro. Ojalá que así sea, que puedan ir avanzando en la cadena de valor del café y podamos tener La Joya en nuestras tazas ¡por mucho rato! ¿Quiere ponerse en contacto con Café La Joya? Les dejo su página de Facebook y su Instagram. Comparte esto:TwitterCorreo electrónicoLinkedInMe gusta esto:Me gusta Cargando... Relacionado