La Hacienda San Isidro Labrador y cultivar café en donde no había La última vez que entrevisté a don Johel Monge fue en el 2017 y estábamos parados en un cafetal cuya sombra -proveniente de los árboles- nos hacía sentir como en un bosque; a unos 2 mil metros de altitud. “Era una tierra en la que antes nadie pensaba que resultaría una finca de café de buena calidad”, me recordó hace unas semanas. De aquella finca, don Johel y sus socios produjeron 2 cafés ganadores del 1er lugar en Taza de la Excelencia en Costa Rica, en el 2017 y en el 2019. Las plantas de la variante Geisha o Gesha son las más queridas por don Johel. “Me gusta más este café porque es bajo en cafeína, su sabor el suave y me sienta bien”, explica. Es marzo del 2020 y estamos al borde de que la ola de la pandemia del Covid-19 llegue a nuestro país, hablamos de café pero en otro lugar: Quebradillas de Dota. También a casi 2 mil metros de altitud, pero en una zona nueva, en donde tampoco se pensaría que se puede cultivar café de especialidad; este es su nuevo proyecto: la Hacienda San Isidro Labrador. De hecho, esta zona es más conocida por su producción de maderables. Esta finca fue un proyecto agroforestal que don Johel desarrolló hace unos 40 años; cultivaba cipreses. Habíamos recorrido con el hijo de don Johel – Matías- desde la entrada de la finca hasta el área en donde se comenzaban a llenar las camas elevadas para secar el café. Un día lleno de sol y de vistas impresionantes: desde Quebradillas se ve buena parte del valle de Santa María de Dota (zona de Los Santos o región cafetalera Tarrazú) y sus montañas. Quebradillas es una zona alta, ventosa, que por sus características, los caficultores la habían descartado para café, pero el cambio climático ha ido cambiando esa impresión y la familia Monge es una de las que siempre apuestan por abrir camino en donde no hay. Matías nos había descrito parte de los retos y cambios que implican cultivar café allí. El viento que azota a los nuevos cafetos, la tierra arcillosa que necesita control de acidez y fertilización. Pero la roya no se reproduce aquí y a variedades como el geisha, les gusta la altura. Entonces, los cipreses le han dado espacio al café, pero también a otras especies de árboles como el cuajiniquil, dama, el aguacate, según me explica Matías. Siguiendo la visión de don Johel, la nueva finca está renovándose con Geishas, Typicas, Borbones y otras variedades exóticas que conviven con los catuaí rojos y amarillos. Es evidente que en la experiencia y conocimiento de la familia Monge, con un buen manejo de finca y conocimiento de las variedades del café es posible cultivar café de buena calidad, incluso en la “agreste” Quebradillas. En el área de las camas nos encontramos a don Johel; vestido para el trabajo que llevaba haciendo toda la mañana: supervisar la última parte de la cosecha: geishas en procesos miel, typicas naturales, algún lote en fermentación controlada. La ilusión se siente en los planes que nos comparte don Johel y Matías. Aunque este proyecto es nuevo, ya es la segunda cosecha que sale de la finca y de ella sale el café Pata Larga; la marca nacional que han venido trabajando junto con la finca. Don Johel es un caficultor que ya fresa los 70 años, pero no deja de trabajar en la finca porque ella misma brinda aire fresco todos los días. Alto y delgado se ganó el apodo cariñoso de “Pata larga”, por parte de los trabajadores de la finca y de quienes le rodean; de ahí proviene el nombre de su café en el que se vierte su esfuerzo y el de toda su familia. Dos de los cafés de esta finca los tenemos en nuestra tienda: el Geisha es floral y de una acidez frutal. El Typica es dulce y de cuerpo suave. ¡Les invito a probarlos! Seguramente, volveremos a Quebradillas y a la finca Hacienda San Isidro Labrador, para ver cómo ha crecido este bosque de geishas y árboles que miran hacia el valle de Santa María y hacia los cerros de la zona de Los Santos. Comparte esto:TwitterCorreo electrónicoLinkedInMe gusta esto:Me gusta Cargando... Relacionado